Si continuamos por la carretera que desde Arenas de Iguña conduce a San Juan de Raicedo, entramos en el Valle de Anievas, compuesto por varios pueblos que aún conservan profundas tradiciones y arquitectura popular. Este trazado permite continuar para, a través del alto del Portillón, conectar con el Valle de Toranzo, altamente tratado en este blog.
Precisamente desde el alto del Portillón nace una ruta de senderismo que nos evoca (con un poco de imaginación) los tiempos de las guerras cántabras, al haberse encontrado restos tanto de campamentos romanos como de los propios cántabros. Lamentablemente el día salió con niebla, con lo que del aspecto paisajístico no os podré hablar mucho.
Dificultad: Media
Orientación (sin GPS con track o cartografía): Fácil
Belleza: Normal
Tiempo: 3,5 horas (14 kilómetros)
Situación.
Desde el mismo alto de Portillón, en la carretera que une San Vicente de Toranzo y Arenas de Iguña.
Puntos de Interés
Vistas sobre los valles de Toranzo e Iguña. Animales domésticos en libertad. Yacimientos de la Espina del Gallego, lienzos de calzada romana, monte Cildá.
Descripción de la Ruta
Estamos ante una corta ruta, aunque con cierta dureza, que nos pone en contacto con un aspecto un tanto desconocido de Cantabria: Los escenarios de las guerras cántabras de época romana.
Aparcamos el coche en el portillón, a unos 560 metros de altitud, junto a una cruz en recuerdo de unos caídos en la guerra civil y el cartel explicativo de la ruta hasta la Espina de Gallego.
Tomamos el camino ancho y que hacia el sur asciende decidido hacia las cumbres. En primera instancia pasamos un paso canadiense. Los primeros centenares de metros, en un ascenso considerable, nos llevan a las cercanías del monte Cotorral, a casi 700 metros, ocupado por torre de alta tensión.
Durante nuestro ascenso podremos contemplar amplios paisajes de los valles de Toranzo e Iguña. En las cercanías, pastizales ocupados por abundante comunidad vacuna (en la que aún está presente la local tudanca), caballos e incluso ovejas.
También se ven ejemplares aislados de bosque autóctono, robles, hayas e incluso tejos, que en algunas laderas llegan a constituirse en rodales.
Desde El Cotorral tenemos una zona llana o incluso descenso, en la que podremos ver a nuestra deerecha una mesa habilitada para el descanso. Afrontamos otro tramo de fuerte ascenso, que nos llevará cerca de los 800 metros de altitud, seguida de un nuevo descenso.
En este punto, a unos 780 metros de altitud y unos 3 km después de haber empezado el ascenso, llega hasta el camino una mancha de hayedo de cierta importancia, y junto al propio camino una cabaña en ruinas. De frente el trazado se transforma en una pista cementada, para ayudar a los vehículos a solventar la fuerte pendiente que se avecina y que ahora recorren nuestras piernas.
Unos 500 metros más adelante acaba el sufrimiento y llegamos a un depósito de aguas y un edificio de servicios anexo, a unos 840 metros de altitud. El verdadero sentido de la pista que hemos recorrido hasta ahora era el acceso a este depósito, con lo que la misma se acaba en este punto.
Tal vez este sea el único punto en el que hemos de prestar atención para no despistarnos. Entre el depósito y el edificio asociado podremos descubrir un artesanal cartel que nos indica la presencia de la calzada romana. Desde el mismo punto asciende decidido el sendero (casi un canal) entre la braña. Efectivamente, podremos distinguir en nuestros zigzags algunos pequeños tramos de la antigua calzada romana, aunque el paso durante dos milenios de personas y ganado casi los hace irreconocibles.
El ascenso, con excelentes panorámicas, nos lleva aproximadamente 1 km adicional, hasta llegar a lo alto de la Espina del Gallego (960 metros) reconocible por la aparición de grandes bloques de piedra. Estamos ante el yacimiento homónimo aunque, la verdad, al menos para mí, no fue posible reconocer nada.
La senda continua en dirección suroeste, prácticamente sin perder ni ganar altitud y sin cambiar de dirección (dejamos una loma a nuestra izquierda) durante casi kilómetro y medio. En este punto llegamos a un pequeño collado muy próximo a una cabaña en ruinas. Desde aquí la senda afronta decididamente el último tramo de ascensión al Cildá (aprox 1 km) identidicable por estar ocupado por una torre de comunicaciones.
La Cima (1060 metros) está ocupada también por un vértice geodésico y nos ofrece nuevamente interesantes panorámicas de los dos valles.
Desde aquí, no queda sino retroceder por el mismo camino.
Comentarios
La ruta se realizó poco antes de describirla aquí, por lo que el nivel de detalle es alto por lo que creo que se puede afrontar sin más apoyo bibliográfico. En todo caso la orientación me parece muy sencilla.
La ruta creo que es accesible para cualquier persona en un estado normal de forma, pero hay que concienciarse de que son más de 500 metros de desnivel. Además, dicho desnivel no es continuo sino que se produce con fuerte repechos acompañados incluso de descensos.
Las nieblas son frecuentes. En este caso es recomendable no hacer la ruta; no tanto por la posibilidad de extraviarse como porque se pierde parte del interés de la ruta. Aunque tengo que decir que a mi se me echó la niebla a medio camino (por eso no doy muchos comentarios de las panorámicas).
En internet existen varios enlaces explicativos del yacimiento de la Espina del Gallego. A nivel avanzado podemos leer este artículo de la Universidad Complutente de Madrid.
Track:
BONITA RUTA, SOBRE TODO POR SU INTERES HISTORICO
ResponderEliminarHE PODIDO REALIZARLA EL PASADO SABADO, LA PENA LA NIEBLA TAMBIEN
VOLVERE SEGURO