Tengo que reconocer una vez más que en general me da envidia (no del todo sana) la situación de Cantabria respecto a la de Burgos, pero no desde luego en el tema que comentaré hoy.
Tras varios meses de trámites, se acaba de aprobar en el parlamento regional una ley que permitirá construir viviendas unifamiliares en suelo rústico. Sí, sí, han leido bien. No sé si lo que más sorprende es la propia ley o el hecho de que apenas se hayan oído voces en contra (el PP se ha opuesto pero más bien por defectos de forma).
Este parece ser un caso más de entendimiento del bien común como la suma de todos los bienes individuales (o, hay que buscar el bien de todos pero lo mío que ni me lo toquen). Supuestamente la ley trata de controlar la proliferación de urbanizaciones en los pequeños pueblos y favorecer a los propietarios de fincas anexas al pueblo para que se puedan construir una casita sin tener que comprársela a un promotor. Pero como no viene asociada con medidas de control ya veremos en que acaba. Las urbanizaciones seguirán exisitiendo pero crecerán más si cabe las casas de todas las formas, colores y orientaciones por las laderas y los valles; y los setos de tres metros de alto, haciendo aún más desalabazados los núcleos urbanos.
La actividad constructiva experimentará sin duda un repunte pero, ¿de verdad es esto lo que quieren los cántabros para sus pueblos?.
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